Alimento Diario - 15 de Agosto
Coexistiendo
¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano.Mateo 7:5
Quienes me conocen saben de mis muchas fallas. Pero ninguna de ellas es tan mala como las de las historias que cuento. Aun cuando ya no está de moda contar historias de marido y mujer, ésta es una que viene de una señora mayor de una de nuestras iglesias luteranas.
Es de la época en que las familias acostumbraban visitar al pastor el sábado antes de la comunión de los domingos. Fue durante una de tales visitas que una esposa dijo: “Pastor, vivimos en una tierra de malvados donde el pecado está en todos lados. He tenido una terrible pelea con el viejo diablo toda la semana”.
En ese momento su esposo, que hasta ese momento no había hablado, dijo: “Ella puede llamarme viejo diablo si quiere, pero no todo es culpa mía; además, es difícil llevarse bien con ella”.
Pregunto: “¿Es posible que usted haya estado teniendo dificultad en coexistir con el viejo diablo en su vida?” A la mayoría de nosotros nos resulta difícil lidiar con su insistencia y evitar sus tentaciones.
Otra pregunta: “Sabemos que coexistir con el demonio es difícil, pero, ¿y con usted? ¿Será posible que sea difícil convivir con usted?” Es muy fácil señalar los pecados y las fallas de los demás, pero no es tan fácil ver nuestros propios defectos.
De vez en cuando es apropiado que nos demos una mirada honesta a nosotros mismos. Lo más probable es que a veces nos sorprendamos de lo que vemos.
Cuando usted se observa, ¿se ve a sí mismo ostentando un par de pequeños cuernos, o una colita? Probablemente no. Pero, si cuando usted se mira en el espejo, ve a un pecador, entonces dé gracias... no por ser un pecador, sino porque en Jesús usted tiene un Salvador.
En Jesús hemos recibido perdón por nuestros pecados y nuestras fallas. En Jesús hemos recibido esperanza, alegría, y el cielo.
ORACIÓN: Señor Dios, el mundo está lleno de pecadores y yo soy uno de ellos. Aunque estoy arrepentido por lo que he hecho mal, permite que me regocije en el perdón que el sacrificio de Jesús me ha dado. En su nombre. Amén.
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