Alimento Diario - 27 de Diciembre
¡Que siga la fiesta!
Vendrán y cantarán jubilosos en las alturas de Sión; disfrutarán de las bondades del Señor: el trigo, el vino nuevo y el aceite, las crías de las ovejas y las vacas. Serán como un jardín bien regado, y no volverán a desmayar. Entonces las jóvenes danzarán con alegría, y los jóvenes junto con los ancianos. Convertiré su duelo en gozo, y los consolaré; transformaré su dolor en alegría. Jeremías 31:12-13
Al ser sometidos por gobiernos extranjeros, muchos israelitas abandonaron a Dios y se volvieron idólatras. Aún después de volver del exilio, en vez de abundancia, encontraron escasez. La situación material les provocó tristeza, y con esa excusa volvieron a cometer los pecados de antes.
A nosotros nos pasa igual: la tristeza o el ver pecar a otros nos desalienta, y puede llevarnos a desbancarnos espiritualmente. El pecado daña la relación que tenemos con Dios, y nos frustra. El pecado es muerte, y la muerte trae consigo luto, dolor, y lágrimas.
En el texto para hoy, Dios permite que Jeremías vea más allá de la esfera física. Le adelanta todas las bendiciones que vendrán con la venida del Mesías. El nacimiento del Hijo de Dios traerá gozo. Dios convertirá el dolor en fiesta, y el luto en alegría.
Únicamente Jesús, nuestro Redentor, puede transformarlo todo. Con Jesús, aunque seamos pobres, estemos tristes y la muerte nos quite a un ser querido, siempre tendremos las pupilas llenas de la felicidad celestial y eterna.
El evangelio es el consuelo que nos permite vivir con esperanza y gozo. La Navidad no es una simple festividad terrenal donde hay regalos, comidas, vestido y rencuentro familiar. La Navidad es la fiesta de la redención que Dios nos ha dado por medio de Jesús.
ORACIÓN: Padre celestial, quiero bailar de alegría porque tú has puesto en mi corazón la eterna Navidad. En Jesús. Amén.
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