Alimento Diario - 4 de Septiembre
Ciertamente respetable
No hay en la tierra nadie tan justo que haga el bien y nunca peque. Eclesiastés 7:20
1º de septiembre de 1976, Calumet City, Michigan. Ese día, en ese lugar, a una señora le dieron una multa por estar mal estacionada. El costo de la multa: $ 1.
No puedo decirles el nombre de esta señora, porque el artículo publicado no lo mencionó, pero sí puedo decirles algo acerca de su conciencia: nunca la dejó en paz. Desde 1976, la conciencia la estuvo molestando tanto, que finalmente decidió enviar a pagar la multa con un billete de veinte dólares.
Al hacerlo adjuntó una nota que decía: "Siempre tuve la intención de pagar esta multa. Cada vez que la veía me decía a mí misma que algún día la iba a pagar, y ahora me llegó el momento". Y luego, pensando dejar por terminado para siempre el asunto, agregó: "No traten de encontrarme, soy una señora respetable".
Y probablemente sea una señora respetable. Al igual que usted y yo, ante su familia, vecinos, compañeros de trabajo, probablemente dé la impresión de ser un pilar de la comunidad, un modelo a seguir, lo mejor de lo mejor, por lo que esta pequeña multa ni siquiera cuenta.
Pero delante de Dios no es perfecta: esa señora quebró la ley, ignoró su conciencia, no hizo lo que debía hacer, y trató de evitar cualquier consecuencia posterior, refugiándose en el anonimato.
Todo esto es otra forma de decir que no "hay en la tierra nadie tan justo que haga el bien y nunca peque". Como dice la Escritura: todos somos pecadores, todos merecemos ser condenados, y todos necesitamos un Salvador. Y, gracias a Dios, tenemos un el único Salvador, el Hijo de Dios, Jesucristo. Nuestro Salvador vino a este mundo a redimir, reciclar y restaurar lo peor de nosotros... y también lo mejor de nosotros.
Sí, aunque nos parezca raro, Jesús vino a salvar a las personas respetables... porque ellas lo necesitan tanto como los de mala reputación y los deshonestos. Como una vez escribió el Apóstol Pabl "Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero" (1 Timoteo 1:15b).
ORACIÓN: Querido Salvador, que viniste a buscar y salvar pecadores... pecadores como esta señora... como San Pablo... como yo... por haber hecho todo lo que hiciste para borrar todo lo que yo he hecho mal, te alabo y agradezco inmensamente. En tu nombre. Amén.
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