Jesús con la piel puesta
He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Gálata s 2:20
Se cuenta que un niño tenía terror de las tormentas por las noches. Cada vez que oía truenos o veía relámpagos, terminaba junto a la cama de sus padres diciendo: «Tengo miedo». Una noche en particular, su papá le dijo: «No tienes por qué sentir miedo de la tormenta. Jesús está aquí, contigo».
«Sí, lo sé», dijo el niño. «Pero yo quisiera un Jesús que tenga la piel puesta».
De la boca de los niños salen las verdades... La frase «Jesús con la piel puesta» no aparece en el Nuevo Testamento, pero expresa una realidad bíblica: Cristo vive su vida a través del corazón y las manos del cristiano. El cristiano, para decirlo con las palabras de un niño, es el Espíritu Santo con la piel puesta. ¿No es eso lo que dijo Pablo en Gálatas 2:20? «Ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí». Tenemos que preguntarnos: «¿A quién ve la gente cuando me mira?» Si ven amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio, entonces están viendo a Jesús a través del Espíritu Santo en nosotros (Gálatas 5:22-23).
Así como la ventana sucia oculta lo que hay adentro, una vida que no es pura impide que los demás vean a Jesús en nosotros.
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