Sublime Misericordia y Gracia
Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo. Romanos 12:1
Un joven inglés quería recorrer el mundo por mar como lo había hecho su padre, pero la Armada Británica no lo aceptó. Terminó en África Occidental, trabajando para un tratante de esclavos, un «hombre malvado» según lo describió un escritor, mendigando comida para poder sobrevivir. Escapó de África y durante la travesía naufragó en medio de una tormenta. Casi se ahoga, pero después de ser rescatado, recordó las palabras de Tomás de Kempis en Imitación de Cristo, y clamó a Dios por su salvación. Años después, John Newton escribió un himno alabando a Dios por la «sublime gracia» que salvó a un desgraciado como él.
No todos hemos experimentado la profundidad de la maldad como la vio John Newton antes de ser salvo. O el rey Nabucodonosor, para el caso. Este último perdió su dignidad y su cordura —y afortunadamente también su orgullo— antes de recuperar el sentido de la vida (Daniel 4:33-37).Ya sea que vengamos de un pasado de maldad o rencor, nuestro pecado merece la misma respuesta a los ojos de Dios: la condenación. Y es solo por la sublime misericordia y gracia de Dios que podemos salvarnos de nosotros mismos.
Los receptores de la gracia de Dios son fáciles de reconocer a primera vista: son los que tienen una mirada de agradecimiento en los ojos y palabras de gratitud en los labios.
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