Delante de nuestros ojos
Llegando en ese mismo momento, Ana dio gracias a Dios y comenzó a hablar del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Lucas 2:38
Siempre sucedía lo mismo. Mi madre me mandaba a buscar algo. Yo buscaba por todos lados, pero no lo encontraba. Finalmente, cansada de esperar, y exasperada, ella iba e inmediatamente lo encontraba. Entonces decía: "Si hubiera sido una víbora, te hubiera mordido".
Nunca logré entender cómo ella podía ver cosas que yo no veía, o cómo yo podía mirar algo sin verlo. Quizás fuera porque mi mirada era fácilmente atraída por otras cosas. Mi esposa ya ha aprendid si voy a buscar algo a la oficina que tenemos en casa, seguramente mis ojos van a descubrir un libro interesante y, media hora después, todavía voy a estar allí parado leyendo.
¿Cómo es posible que tantas personas no vieran al Salvador, después de haber esperado tantos años por su venida? Seguramente muchas personas lo habrán ido a ver, y habrán felicitado a sus padres por haber tenido un varoncito sano, sin haber visto el regalo de Dios.
Pero no fue así con Ana, quien inmediatamente reconoció a Jesús. ¿Por qué fue diferente con ella? Porque Ana estaba mirando. Su atención no fue distraída por ninguna de las muchas otras cosas que la rodeaban. Ana tenía oídos sólo para la Palabra de Dios, y ojos sólo para los regalos de Dios. Ella alababa día y noche en el Templo, porque sabía dónde encontrar las bendiciones verdaderas. Y allí encontró a Jesús.
ORACIÓN: Padre celestial, te doy gracias por muchas cosas, pues tu mundo está lleno de maravillas. Pero dame ojos para ver lo esencial, lo único que necesit mi Salvador. En su nombre te lo pido. Amén.
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