Una contención usual
“Así que ellos fueron, cerraron el sepulcro con una piedra, y lo sellaron; y dejaron puesta la guardia.” Mateo 27:66
Durante muchos años he estado trabajando con los indios americanos. El verano en que me honraron dándome un nombre indio, escuché la historia de unos indios que habían capturado algunos niños blancos.
La historia decía que los niños habían sido secuestrados en el siglo pasado. A pesar que eventualmente fueron recuperados por sus familias, los años vividos con los indios habían borrado la memoria de sus vidas anteriores.
Una madre afligida fue a buscar sus hijos perdidos entre los niños recuperados, pero no pudo reconocer a ninguno de ellos como propio. Dándose por vencida, se dio media vuelta para volver a su casa, entonando el himno que acostumbraba cantar a sus niños para hacerlos dormir. Antes de terminar la primera línea, sus dos niños perdidos, recordando la voz y las palabras, salieron corriendo a su encuentro.
Por más que el mundo quiera impedirlo, hay algunas cosas que no pueden ser encerradas. En vez de prevenir que Jesús volviera de la muerte, la tumba sellada fue la prueba de que él realmente había resucitado. El sello de la tumba se convirtió en el sello de la realidad de la resurrección. Esta verdad necesita ser conservada en nuestro corazón en tanto vivimos.
ORACIÓN: Querido Señor Jesús, no permitas que dude, sino que siempre crea. Amén.
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