Jesús en nosotros
Los pastores, por su parte, regresaron dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían visto y oído. - Lucas 2:20
El Hijo de Dios duerme en un pesebre. ¿Quién puede entender esto? Más sorprendente todavía: antes de esto, el Creador se encontraba en lo profundo del vientre de María, su madre.
Martín Lutero dijo una vez: “El misterio de la humanidad de Cristo, el hundirse tan profundamente en nuestra carne, es algo imposible de entender para el ser humano”. Y aunque es imposible comprender este gran misterio, Dios en su bondad, y por medio de su Palabra y su Espíritu Santo, nos da la habilidad de conocer y creer.
Algunos piensan que Jesús se hizo hombre sólo para visitarnos y experimentar la vida humana. Pero su nacimiento no fue una simple visita. Él, que no cometió ningún pecado, vino para entrar en lo profundo de nuestras vidas, allí donde el pecado nos había manchado y el dolor y la aflicción se habían instalado para siempre, sufriendo en carne propia nuestra pena y dolor. Y, como si ello fuera poco, llevó todo nuestro ser consigo al sepulcro para resucitarnos a una nueva vida unida a la suya.
Jesús hizo todo eso para arrancarnos de las garras de Satanás y llevarnos de regreso a su reino. El cuerpo sin vida de Jesús fue sepultado profundamente en la tumba, y de allí resucitó a los tres días para que la muerte no tenga más poder sobre nosotros. Profundamente en nuestra carne Jesús, “aunque era de naturaleza divina… se humilló a sí mismo” (Filipenses 2:6-8) para ser nuestro Salvador del pecado ¡y reinar profundamente en nuestros corazones!
ORACIÓN: Amado Jesús, llega a mi corazón para que mi mente, corazón y alma te sirvan con toda devoción. Amén.
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