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Alimento Diario - 15 de Diciembre, 2017

  

El nacimiento de Jesucristo fue así: María, la madre de Jesús, estaba comprometida con José, pero antes de unirse como esposos se encontró que ella había concebido del Espíritu Santo. (Mateo 1:18)

UN SALVADOR REAL PARA PROBLEMAS REALES

A veces me pregunto qué ocultarán esas palabras: “se encontró que ella había concebido”. ‘Se encontró’ sugiere que alguien se dio cuenta sin que María se lo dijera. Quizás fuera su madre, o quizás José, su prometido. No sabemos los detalles, pero probablemente no haya sido una escena agradable.

Y seguramente tampoco fue como María lo había soñado desde que era pequeña y jugaba a ser mamá. En los sueños todo siempre sale bien, ¿no es cierto? Primero viene el matrimonio muy romántico, luego el hogar y luego los hijos, que nunca son rebeldes. Y por supuesto que nadie se enferma o se muere.

Pero el mundo real es caótico. Y Dios vino a nuestro mundo real—donde hay gritos, lágrimas, madres solteras, compromisos rotos y vecinos murmurando. Dios vino a nuestro mundo y eso es bueno para nosotros, porque desesperadamente necesitamos un Salvador.

En cierta forma, tiene sentido que nuestro Salvador fuera concebido por una joven en una relación inusual que la ponía en peligro de ser condenada públicamente. Tiene sentido que naciera en condiciones precarias y yaciera junto a animales. Tiene sentido que pasara sus primeros años como refugiado en Egipto, escapando de un gobierno peligroso. Porque todas esas cosas siguen siendo reales hoy—familias deshechas, pobreza, exilio, temor. Y lo van a seguir siendo por bastante tiempo.

Necesitábamos—y necesitamos—un Salvador, y Dios lo envió. Él conoce nuestra vida porque la ha compartido, y nuestra muerte porque la ha experimentado en la totalidad de su sufrimiento. Y ahora nos promete compartir su resurrección cuando haga todas las cosas nuevas.

Mientras tanto, nos aferramos a su promesa: “Estas cosas les he hablado para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

ORACIÓN:Señor, tú sabes lo que necesito. En tu misericordia, ayúdame en mis necesidades y mantenme cerca de ti. Amén.

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